El otro día me acordé que a veces lo hacía... Tomé mis cosas, cerré la puerta, abrí el portón, me puse las alas y empecé a volar.
Me di cuenta que las cosas han cambiado mucho, el cielo ya no llora y el aire está más limpio, ya no me cuesta tanto respirar y se va poniendo turquesa. No hay días grises allá arriba, abajo tampoco, tengo que reconocerlo.
Había estado mucho tiempo abajo, hace años que no volvía a volar.
Hace un tiempo que lo hago más seguido, hace siete meses, más o menos. Pero esta vuelta ha sido diferente a todas las que anteriores había hecho. Los números me cuentan que todo está mejor, y a veces me siento en las nubes y parecen algodón, increíble se siente estar ahí, saltar de una a otra, a veces quedarme horas y horas ahí.
Ya no es tan difícil como antes, las alas muchas veces se me perdían, volvían y de nuevo, perdidas... Ahora sé siempre dónde estarán, nunca se me pierden de vista ni salen volando sin mí. Porque ahora existen alguien(es) que siempre me hace sentir que existen esas alas, y que cada vez que quiera, las puedo tomar... Y volar.
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