Ya pasó el tiempo que tenía que pasar para enterarme si ella era más que yo. Y me di cuenta que no, que no era más que yo.
Con cada nuevo día que transcurre entre número y número, me voy dando cuenta que pude haberla pisado antes, pero que necesité caerme, tropezarme bien fuerte, quedar tendida en el suelo mucho tiempo (mucho más de lo que cualquier persona, aunque mucho me conozca podría pensar), para decir que no podía ser más que yo y que yo tenía que ganar.
Hoy sólo he pensado en ella, y el martes espero que por última vez tengamos que vernos las caras (aunque la cara de él la anuncie todo el tiempo), que no sea directamente, que sea siempre, por él.
Y espero que nunca más, con nada vuelva a pasarme lo que me pasó. Porque este semestre, me he demostrado a mí misma, que yo sí puedo más.
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