Me preguntó que de qué me reía... "De nada" - Le dije.
No eran risas burlescas, eran nervios, era alegría... Es que nunca habían mis ojos leido palabras de tamaña exactitud para mis sentidos.
¡Qué gran poesía! Me exclamó el entendimiento desde el primer día.
Pero al momento de la verdad y la realidad, sacó un revólver y me mató con su amor de tarde; y qué decir de lovers go home! Increíble... Nunca olvidé esas palabras.
Y me decidí a hacer una táctica y estrategia para conquistarle, a ver si un día, no sé cómo ni sé con qué pretexto; por fin me necesite... Y ahí estuvo, pero quien más lo necesitó fui yo. Sus palabras hicieron eco en mi interior cada vez que anhelaba aliento ante los miedos del corazón.
Nunca le pedí que me bajara una estrella azul, pero él me bajó toda la constelación con un simple verso estrofado en amor y dolor.
Desde esos momentos de intimidad entre los dos, el informe de caricias se hizo inevitable... Lo mejor no era cada una de las caricias, sino lo que continuaba después. Inexplicable e intocable, prefiero no señalar qué era lo que después ocurría... Así que me quedo en silencio...
Enamorarse y no, no es un castigo. No existe un no en este enigma del dolor al haberlo perdido, perdido no está. "Mejor te invento" le digo en esa despedida... Inventarle será mi forma de creerle de aquí en adelante. Y sé que a pesar de su ausencia, lo querré más; todavía.
Vivirás en tu poesía, querido Mario Benedetti.
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