viernes, 26 de junio de 2009

No me gusta.

"El olor de las colonias muy dulces, las guatitas, la tortilla de zapallo, el puré instantáneo, el olor de las cáscaras de naranja, el olor del alcohol en la boca (algo controlado), el alcohol, el humo del cigarro, el olor de la bencina, el vómito, el pan integral, las aglomeraciones, las conversaciones ligeras, los malos argumentos, las mentiras, la lejanía, la impotencia, la incapacidad de solucionar los problemas, el egocentrismo, hablar por celular, la timidez, el orgullo, las personas que sólo critican, las personas metidas, la gente inconsecuente, los cuicos, la falta de empatía, el olor de la marihuana, el desorden, la falta de autocrítica, la incapacidad para reconocer los errores y pedir perdón, las personas que creen que lo saben todo..."

Y podría continuar. Y que no me gusten estas cosas, no quiere decir que yo no haya caido en ellas alguna vez (refiérase a valores y defectos)
(esto lo hice hace demasiado tiempo, increíble que siga siendo igual, no ha cambiado en nada y no quiero agregar más, siento que está todo...)

jueves, 11 de junio de 2009

Los puentes de Madison.

"Cuando la muerte acecha y el miedo a lo terreno deja paso a la incertidumbre de lo que hay después, lo que realmente importa es que aquellas personas a las que quise y quiero, lleguen a conocerme realmente."




(Totalmente recomendable. Parece ser de antiguas historias; pero está más viva que nunca. Llega al punto de las lágrimas. Y no sólo de mujeres, también cocodrilas... ¡Veánla!)

miércoles, 10 de junio de 2009

Las palomas traman algo.

Me das miedo...
Tu psicopática manera de siempre aparecer me aterra.
Me das rabia...
¿Cómo puede ser que después de todo el tiempo sigas pendiente de mí?

¿Sabías que la envidia te sostiene, te toma del cabello tan lindo que tienes, y te da golpetazos contra la pared?
Te deja marcas en la piel imborrables...

La envidia consume el sentimiento. Sí, y cualquier sentimiento.
Así que, yo que tú rogaría a la envidia irse de tu vida. Eso también puedes tomar de mí...

¿Ustedes sabían que las palomas traman algo?
Siempre en su constante búsqueda de NADA: observan, si sienten peligro: escapan.
Pero cuando por fin usan sus alas: vuelan... Y no tardan en eliminar lo peor de ellas para ensuciar a otros si se sientes sucias ellas.
Y tú... Tú no eres la excepción. Una como cualquier otra.

Me aterran las palomas...
¿Ahora se entiende por qué?

sábado, 6 de junio de 2009

Papá desde acá.

Creo que voy atrasada a la universidad. Tengo sueño, demasiado sueño.
Hace días que esto está ocurriendo; no sé si será el cansancio aunque no creo. De qué cansancio hablamos...
Quizás la influenza humana. Tengo una amiga en la universidad que tiene a su mamá enferma; y es con la que más me junto. Es mi mejor amiga... La verdad, gracias a ella he vuelto a creer en la amistad entre mujeres, esa que no traiciona. Amistad que perdura desde hace dos o tres meses. Poco, por lo que aún queda tiempo para comprobarlo. Pero sé que María Jesús no me decepcionará. O eso espero (¿cierto Jesu?)
Me subo a la micro en el mismo paradero de siempre. Se ha demorado mucho.
Ahí viene una, es una de esas laaaargas. Eso significa que me voy a demorar más, porque se baja y sube más gente.
Para variar me tengo que ir parada, aunque como ésta no tiene escaleras, nisiquiera en el suelo me voy a poder sentar.
En el paradero que sigue, se subió una niña y un hombre adulto. Vienen tomados de la mano. Dudo que sean pololos o algo por el estilo, él es demasiado adulto.
De pronto ella le dice: "¡Pero papááá!" Y me doy cuenta que es su papá.
Qué envidia... Qué maldita envidia. Se ven tan amigos, tan cómplices.
Y yo sola. Yo y mis recuerdos que atormentan. Recuerdos que ni existen y que a veces pienso hasta, que yo misma me los invento.
No puedo evitar mirarlos; aquellos gestos, la comprensión, la amistad... Ella le cuenta de un tal Pablo. ¿Cómo sabes que se llama Pablo? ¿Por qué no te acompaña él? No papá, no le dije... El Pablo no es mi pololo. ¿Es bajo? Sí... O sea de mi porte, o un poquito más pequeño.
De eso hablan... De su pronto pololeo.
Me imagino cómo sería si yo le hubiese contado eso a mi papá... Tal vez qué me habría dicho. Una crítica por lo menos me bastaría, o eso que mi mamá siempre dice que mi papá haría: no dejarnos hacer nada. Pero estaría... No se esfumaría en las palabras ni en las lágrimas que explotan de vez en cuando entre mis ojos.
Y ahí están ellos...
Tengo que bajarme, ya llegamos a departamental. Mejor me bajo aquí, porque si sigo hasta Rondizzoni, será inevitable mirarlos y seguramente, capaz hasta a llorar empiece.
Me bajo y los miro por última vez... Que sean felices, y disfrútense así. Gracias.

Aah, y aparte de eso; me fijé en los pantalones de ella. Son turquesa, quiero unos así, igualitos.

viernes, 5 de junio de 2009

Papá desde allá.

Me desperté consternada por la melodía del despertador; no hay forma de obtener el primer sonido del día, sereno... Es mas bien un chillido de espamos en el interior de la tecnología.
Pero bien, es después de todo gracias a él, que cada mañana no me quedo dormida en la cama y me levanto para la rutina de la universidad.
Hoy me voy con mi papá, en micro. No tenemos auto y no me importa, disfruto del tiempo - poco tiempo - en que estoy con él; y si es en una micro, qué mejor. El transporte público atestado de humanidad; los rostros consumados de día anterior, con sueño, con pesadillas oscurecidas, con ojos negros, mejillas ruborizadas... La típica señora gorda, que despierta de mal humor siempre, es como su manera de ser casi; ahí odiosa, busca un asiento y si alguien no se lo da, comienza con las indirectas más que directas, y te intimida tanto que para que no siga al límite de estar completamente sobre ti; te levantas y se lo das. Te sientas en el suelo o en la escalera, y mejor ahí; dudo que la gordita se quiera sentar ahí...
El empresario corbatudo que no le alcanza el sueldo para el auto, o que simple: empresarialmente, prefiere el asiento férreo ante un cambio de precios en su ingreso líquido por la bencina que gastaría.
Y la niña que observa, que no deja de mirar a mi papá y a mí. Más a él en realidad, quizás lo encontró simpático, tal vez guapo (lo es).
Es una niña normal, debe tener mi edad e ir a la universidad en estos momentos, al igual que yo. Pero ella va sola, y sus ojos evidencian nostalgias pasadas, impotencias aprendidas y acostumbradas.
Tiene sueño, de pronto los ojitos se le entrecierran y a punto de caerse al piso; vuelve a abrirlos y me observa de nuevo. Quizás le gustó mi chaqueta cuadrillé, o mis pantalones turquesa. Sí, eso debe ser. Quizás le gusta el color turquesa, es poco común; pero a la mayoría de las niñas nos gusta el color turquesa...
Ahora trata de escuchar música, va de pie al igual que mi padre y yo. Pero algo le sucedió con los audífonos, así que guarda el aparato en su bolso calipso.
Sigue mirándonos, me intimida... Y posa su vista en mi padre; analiza cada uno de sus movimientos, seguramente ya aprendió cada gesto de memoria: no ha dejado de mirarlo y me está asustando.
Al fin se bajó; en departamental. Y cuando la micro pasó muy cerca de ella, volvió a mirar...
Quién sabe qué pensaría... Algo debe haber visto en mi papá, no sé qué.

martes, 2 de junio de 2009

Ausencia

He sido la princesa de un cuento de hadas de sorpresas y magia.
He sido la muñequita de porcelana que reía por todo y nunca lloraba.
He formado el mundo de uno que no tenía más a qué recurrir.
He sido el sol que ilumina cada día y da calor.
He tenido ojos de papel por no querer quedarme y continuar.
He sido flor por la blancura que emana de mi cuerpo.
He sido beso hospedado en el tiempo; fugaz en abril...
He sido la secta, la religión, he sido todo y he sido nada.
He buscado en otros el amor de sólo uno, y para ése, jamás sabré qué fui, porque ya no está aquí.