lunes, 26 de julio de 2010

La realidad.

La iglesa atestada de gente, rostros caídos, grises.
El color del carbón en las telas.
Lágrimas zigzagueando en las mejillas.
Y los niños dando vueltas, riéndose, gritando.



De esos niños fui yo, y es uno de los pocos recuerdos que tengo de aquel día, junto con mi primo Enrique diciéndonos: "Su papá está mejor, tienen que estar tranquilas y contentas".
Y aunque lo escriba en comillas, sé que no fue así, porque el recuerdo es como espectador y las palabras las grabé más fácilmente, pero las que yo quise que dijera.
Y sí me acuerdo de estar corriendo por el pasillo de la iglesia y riendo. No entendía nada a pesar de saber que estaba en un ataúd cerca del altar.
Ahora entiendo todo, y se hace mucho más difícil, mucho más.
Porque los niños siempre, le damos a los funerales ese toque de alegría no fingida, pero tan fingida a la vez. El toque de irrealidad necesario para un funeral, porque a pesar de que esté escrito en muchas partes, de que vaya de boca en boca, nadie sabe qué pasa realmente al dejar de respirar, nadie sabe si es esta o es otra, la realidad.

sábado, 17 de julio de 2010

Que me gusta tanto.

Es la mezcla entre la tierra,
las montañas sin nieve,
la madera, el barniz,
un café recién servido muy dulce,
y el pasto,
un bosque frondoso en primavera,
un viaje bajo el mar,
el medio ambiente como símbolo de la esperanza.

El conjunto es como un árbol,
con raíces que nadie ve pero existen,
y que dan vida a todo un enredo de felicidades.
Su brillo casi despiadado,
que inunda a los míos de luz,
de destellos constantes y equilibrados de sonrisas y eternidad.

Esos son tus ojos,
que reflejos de los míos
son todo,
todo lo que puedo pedir...



domingo, 11 de julio de 2010

Bienvenido infierno.

Yo creo que cuando la muerte toca fuerte, no hay cómo hacerse el weón. Y a pesar que muchas personas digan, que cómo existe Dios si vamos a morir, mientras más gente muere a mi alrededor, más me convenzo de su existencia. Y también, me voy dando cuenta de la realidad, de que no existe el infierno después de morir, porque el infierno es este donde estamos pisando ahora, y esa es la razón por la que mueren las personas que mueren, aquellas que ya no tienen nada más que hacer aquí, que les quedó chico este zapato, y que como dice un cantante: que fueron verbo y no sustantivo.



Fausto: Primero te interrogaré acerca del infierno. Dime, ¿dónde queda el lugar que los hombres llaman infierno?

Mefistófeles: Debajo del cielo.

Fausto: Sí, pero ¿en qué lugar?

Mefistófeles: En las entrañas de estos elementos donde somos torturados y permanecemos siempre, el infierno no tiene límites ni queda circunscrito a un solo lugar, porque el infierno es aquí donde estamos y aquí donde es el infierno tenemos que permanecer.

Christopher Marlowe, Doktor Faustus