sábado, 14 de agosto de 2010

Nada volverá a ser como antes.

Fue la más patente forma de descubrir mi inocencia, o para estos motivos: mi ceguera, cuando lo confesó. Y a pesar que quizás la confesión traía motivos que yo conocía, nunca llegué a pensar que todo lo que yo creí que eran "rollos míos", en realidad también eran rollos suyos...
Pero ahora me duele, porque ese día Santa Ana no sabía cómo sería todo después, que quizás las risas y molestarnos cobraría parte de lo que antes era nuestra relación.
Duele todo lo que puede cambiar un Ser (la relación) en unos meses, con algunas que otras frases, con una conversación de tarde, de noche. Que ahora todo sea tan diferente, desde la primera vista del día y hasta el último adiós.
Todo cambió rotundamente, y aunque no quiera yo, aunque quizás lo quería él; cambió. Y no vi pasar caminando ni corriendo la antigua relación, no pude despedirme ni decirle adiós. Ahora la extraño con todas mis fuerzas y quiero volverla a ver. Aunque sé que no se puede, que seguramente nunca volverá.
Las lágrimas son el fiel reflejo de que la realidad hoy, no es como yo la quería hace unos meses atrás, hace un año. Porque la complicidad y la confianza dieron paso a una distancia que no puedo llenar, y que hoy forma un abismo entre él y yo, que antes no existía. Ahora hay una barrera que impide que muchas cosas puedan hacerse, que muchas palabras deban callarse. Y lamento saber, que esa que ahora él ve, que esa no soy yo.

miércoles, 4 de agosto de 2010

Luis Cid.


¡TE AMO MIERDA!