No eres como el mar,
porque si te vas no vuelves,
porque no te vas sin despedirte,
porque no te vas.
No eres como el mar,
porque no eres más ni menos
ni de día
ni de noche.
No eres como el mar,
porque no te gusta tanto movimiento
porque prefieres la tranquilidad
más que la velocidad.
No eres como el mar,
porque caminas lento,
porque no sorprendes,
eres predecible.
No eres como el mar,
porque no cambias con el viento,
ni con la luna,
ni con nada.
No eres como el mar,
porque no eres frío,
porque tu presencia no hiela
hasta los huesos.
No eres como el mar,
pero eres como la playa,
como la arena
que se hace inmensa con cada granito de ella.
No eres como el mar,
y eres como el sol que lo ilumina
que quema
y a veces de tanto calor, hasta estresa.
Por suerte,
por todo esto
y menos mal...
No, no eres como el mar.
