viernes, 5 de abril de 2013

La guitarra.

La alarma la despertó como todos los días, la que había puesto hace años, la de la guitarra. Miró a su lado y su esposo todavía dormía, lo despertó. Él abrió los ojos, la miró y se dio media vuelta para seguir durmiendo. Esperó que pasaran algunos minutos, mientras se fue a bañar. Mientras se bañaba caían las mismas lágrimas de todos los días, las que escondía de hace tantos años, las de la guitarra.
Se vistió rápido y mientras se ponía la toalla en el pelo volvió a la pieza a despertarlo. Ahora se despertó y le dio un beso en la boca, le dijo "hola mi amor". Con la toalla en el pelo fue a la pieza de su hijo mayor, lo despertó y le dijo que despertara a sus hermanos, que tratara de ser amable y no los despertara a gritos, como siempre, esa despertada de la guitarra.
Fue a preparar el desayuno, hizo una tortilla de huevo de esas que aprendió hacer hace tiempo junto al sonido de la guitarra. Le puso queso y jamón. Al rato llegaron todos a tomar desayuno, estaban atrasados así que la menor se llevó la leche y el pan al colegio, el del medio no alcanzó a comer porque se estaba bañando todavía.
Llegando a su trabajo ya todo era diferente, no habían sonidos de guitarras y era el único lugar en que se sentía ella misma, pensaba en los otros y en cambiar con eso un poquito aunque sea muy poquito el mundo. Sin embargo, llegaba a su casa y lo único que quería era tener la suficiente fuerza para cambiar el suyo. El mi amor de la mañana ahora se convertía en "tonta, tonta, tonta" y junto con eso la cara de desprecio de tantos años, de la primera guitarra. Así se acababa el día, el día siguiente sería exactamente igual. Eso sí que era vida.

1 comentario:

  1. me ha inspirado mucha ternura,y un halo de tristeza, muy bonito.
    te comparto en facebook, que mi hija tambien escribe, aunque no lo publica.
    un beso

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