Me revuelvo en la idea de no ser suficiente, de que el espejo con el que las personas me miren no sea desde un lugar de admiración por mi trabajo o mis conocimientos.
Sufro con eso, porque crecí siendo insuficiente, siendo la que podía menos, a la que no invitaban para los talleres de lenguaje.
He ganado algunos premios, en el colegio al mejor poema cuando hablé de mi papá. Aun lo tengo guardado, es considerablemente malo.
También gané el premio de la matrícula de honor. Pero ese no habla tanto de mis conocimientos sino mas bien de mi fortaleza ante la adversidad.
Me cuesta reconocerme como la persona a la que nunca elogiarán por sus conocimientos. Ni tampoco por su ternura o su dulzura.
Me gustaría ser esa psicóloga seca, esa psicóloga también tierna y contenedora. Sé que lo he sido, pero los demás no lo ven.
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