No puedo creer que sean doce: Doce años...
He vivido más de la mitad de mi vida con esto (o sin esto) y aunque nisiquiera te recuerde, a mí me sigue recordando. Porque nunca pude pronunciar aquella palabra con total conciencia y convicción de que era aquel el nombre que yo debía darte.
Doce años desde que para mí el conocer es desconocer y de que cada sujeto con términos masculinos sea para mí el modo de tu reemplazo.
Y así, al situarme frente a tu ausencia, noto que dos partes de mí se vuelven débilmente frágiles; y les es inevitable expulsar el dolor que jamás podrá ser recompensado y el cariño que aunque siempre he buscado nunca llegará: Las lágrimas.
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