viernes, 24 de julio de 2015

Mujermadre.

Bendita eres entre todas las mujeres y bendito sea el fruto de tu vientre: Jesús. Santa María, madre de Dios.

Todos me miran raro cuando digo que no quiero ser madre. Después empiezan a decir que qué pienso hacer entonces, que si quiero morirme solterona, que si no me gustan los niños. Pero no, ninguna de esas.
No quiero casarme, es verdad, pero tampoco quiero pasarme la vida sin tener en quién pensar cada mañana o a quién mirar en las noches. Quiero compartir mi vida con alguien, es verdad, pero ¿por qué tiene que ser como está establecido?, y, ¿quién lo estableció? ¿Dios?

La verdad no sé que va a ser de mi vida en el futuro, no sé qué tendrá que decir mi lápida o si alguien se acordará que algún día existí. Lo que sí sé, es que no deseo tener que esforzarme por alguien más que no sea yo misma, y no, no es egoísmo. Porque si un hombre no quisiera ser padre, nadie le preguntaría nada, sería válido. Si una mujer no quiere ser madre, es como si no fuera mujer. Es el legado del cristianismo, sobre todo de ese catolicismo que sabemos, sigue siendo parte del Estado, de la sociedad, y, de las mujeres.

Una mujer que no es madre, no es mujer. Ser madre es constitutivo de quien tiene dos ovarios y un útero. Fue la virgen María la primera, la sagrada. ¿Y qué si no era virgen? Igual estuvo en su vientre, ¿qué importaría? ¿Acaso por eso es menos mujer? Si sintió placer antes, sólo por el placer, ¿es menos madre?

Agradezco a la biblia por todas esas miradas discriminadoras, por tener que callar mis deseos de futuro, por tener que escuchar cuando las otras hablan de comprar pañales, de la importancia de la lactancia, de lavar la ropa del colegio. Yo no quiero ser madre, y nunca seré mejor mujer por eso.

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